domingo, 25 de marzo de 2012

CARMEN CONDE

Carmen Conde Abellán nació en Cartagena el 15 de agosto de 1907. Poeta y narradora española cuya obra lírica suscribe las propuestas de la poesía existencial de los años treinta. Considerada la mejor representante femenina de su generación, tras publicar sus primeros poemas en las revistas Ley, Sí y Diario poético, de J. R. Jiménez, en 1929 publicó Brocal, libro que reúne poemas en prosa, cuyas metáforas de delicada factura y original imaginación motivaron el elogio de la crítica del momento.
Su poética se articula sobre la base de una tensión interior que aflora a través de la pasión por la vida y el sentimiento amoroso. Su relación con el poeta Antonio Oliver, con quien se casó en 1931, contribuyó a consolidar su personalidad poética, que se tradujo en una intensa actividad creadora. En 1933 fundó la revista Presencia, y por esa misma época conoció a la chilena Gabriela Mistral, quien prologó su siguiente poemario en prosa, Júbilos, editado al año siguiente e ilustrado por la pintora argentina Norah Borges. Mistral puso de relieve "la sinceridad, la sobriedad..." en la expresión de la autora.
Algunas de sus obras son las siguientes:
En manos del silencio(1950)
Las oscuras raíces(1953)
A este lado de la eternidad(1970)
Soy la madre(1980)
Su marido muere el 28 de julio de 1968 y ella muere el 8 de enero de 1996 en Madrid.

viernes, 23 de marzo de 2012

CAPERUCITA ROJA CONTRA EL BORRACHO

Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
 Un día, su madre le pidió que llevase unos pasteles a su abuela que vivía al otro lado de la ciudad, recomendándole que no se entretuviese en las tiendas de ropa por el camino, pues comprar ropa le encantaba, ya que siempre andaba acechando por allí el borracho de la ciudad.
 Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña tenía que atravesar la cuidad para llegar a casa de la Abuelita, pero cogió un poco de dinero y se fue con el autobús. Cuando se bajo del autobús vio al borracho de la ciudad.
 - ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el borracho trabándosele la lengua.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
- No está lejos- pensó el borracho para sí, dándose media vuelta.
 Caperucita puso su cesta en el suelo y se entretuvo comprando ropa: - El borracho se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta cuando le lleve un hermoso jersey de lana, además de los pasteles.
 Mientras tanto, el borracho se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un policía que pasaba por allí había observado la llegada del borracho.
  El borracho emborracho a la Abuelita y la escondió en el armario cuando se durmió. Se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja llegó enseguida, toda contenta.
La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
- Abuelita, abuelita, ¿llevas lentillas?
- Sí, son para verte mejor- dijo el borracho tratando de imitar la voz de la abuela.
- Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más suaves tienes!
- Sí, esque me doy mucha crema- siguió diciendo el borracho.
- Abuelita, abuelita, ¡ una botella de vino ahí!
- Es para...¡ emborracharte mejoooor!- y diciendo esto, el borracho  malvado se abalanzó sobre la niñita y la emborrachó, lo mismo que había hecho con la abuelita.
Mientras tanto, el policía se había quedado preocupado y creyendo adivinar las malas intenciones del borracho, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un guardia civil y los dos juntos llegaron al lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al borracho tumbado en la cama, dormido de tan harto que estaba.
  El policía sacó su pistola y despertó al borracho. Le preguntaron que donde estaban la abuelita y caperucita.
Les dijo que en el armario ya no borrachas porque se habían tomado unas pastillas que les dio el borracho cuando estaban dormidas.
  Para castigar al borracho malo, el policía lo durmió y le abrió el vientre y se lo llenó de todos las cosas que la abuela no quería. Despertó de su pesado sueño, sintió muchísima sed y se dirigió a una fuente próxima para beber. Como las cosas pesaban mucho, cayó en la fuente de cabeza y se ahogó.     
En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante, seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.
FIN

sábado, 18 de febrero de 2012

Vídeo de Gustavo Adolfo Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer

Gustavo Adolfo BécquerNació el 17 de febrero de 1836 en Sevilla.Era hijo de Joaquina Bastida de Bargas y del pintor José Domínguez Bécquer. Fue bautizado en la parroquia de San Lorenzo Mártir, con el nombre de Gustavo Adolfo, siendo su apellido original Domínguez Bastida. Tenía un hermano mayor, Valeriano, ambos huérfanos a muy temprana edad. Fueron adoptados por su tío, Juan de Vargas.

A los diez años, Gustavo Adolfo comenzó la carrera de náutica, en el colegio de San Telmo, en Sevilla. Sin embargo, su vocación se frustró, cuando el colegio cerró sus puertas. Fue a vivir, entonces, con su madrina, Manuela Monahay, y bajo su cuidado estudió pintura y latín.
En 1854, marchó a Madrid junto a su hermano. Allí colaboró en varias publicaciones periodísticas, fundando con unos amigos, la revista “España Artística”. Sin embargo su estadía no fue grata. Los graves problemas económicos y de salud (se le declaró hemoptisis), comenzaban a debilitarlo.
Fue con Casta, hija de su médico, Francisco Esteban, con quien Bécquer se casó en 1861, y con quien tuvo sus tres hijos. Sin embargo, el último de ellos fue fuente de conflictos matrimoniales, ya que Gustavo lo atribuía al fruto de un amor prohibido de su esposa.
Se destacan entre sus obras: “El libro de los gorriones”, “Historia de los templos de España” (1857), “Cartas literarias a una mujer” (1860-1861), “Cartas desde mi celda” (1864), “Obras completas” (1871).
Entre sus leyendas: “El caudillo de las manos rojas” (1858), “La cruz del diablo” (1860, “La ajorca de oro” (1861), “El beso” (1863), “La rosa de pasión” (1864), entre otras.

viernes, 20 de enero de 2012

La Solana

El Verbo

El Grupo Nominal

Numerales e Indefinidos

Los Verbos

Los Posesivos

Los Demostrativos

Poeta a caballo

¡Qué tranquilidad violeta,
por el sendero, a la tarde!
A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

La dulce brisa del río,
olorosa a junco y agua,
le refresca el señorío...
La brisa leve del río...

A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

Y el corazón se le pierde,
doliente y embalsamado,
en la madreselva verde...
Y el corazón se le pierde...

A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

Se esté la orilla dorando...
El último pensamiento
del sol la deja soñando...
Se está la orilla dorando...

¡Qué tranquilidad violeta,
por el sendero, a la tarde!
A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

Vídeo de Juan Ramón Jimenez

Juan Ramón Jiménez nació en Moguer el 23 de diciembre de 1881Poeta español. Su lírica evolucionó desde las últimas derivaciones del modernismo hacia una poesía a la vez emotiva e intelectualista. Tras cursar el bachillerato en el colegio de los jesuitas de Puerto de Santa María (Cádiz), ingresó en la universidad de Sevilla para estudiar derecho, carrera que abandonó para seguir su vocación artística.
Aunque inicialmente quiso ser pintor, pronto se orientó hacia la poesía, animado por la lectura de Rubén Darío y de los escritores románticos. Sus primeras colaboraciones en la revista madrileña Vida Nueva fueron acogidas con entusiasmo por los modernistas, por lo que decidió trasladarse a Madrid en 1900 y publicar ese mismo año sus dos primeros volúmenes de versos, Ninfeas y Almas de violeta, títulos que le fueron sugeridos por Ramón del Valle-Inclán y Rubén Darío.
De carácter melancólico y depresivo, la repentina muerte de su padre le causó fuertes crisis nerviosas que lo obligaron a pasar largas temporadas en sanatorios de Burdeos y Madrid. A esta época corresponden los libros Rimas (1902), Arias tristes (1903) y Jardines lejanos (1904), que configuraron una poética impregnada de musicalidad, nostalgia y amor por la naturaleza, con metros sencillos en los que predomina el octosílabo y un ritmo fluido de inspiración modernista.
Su obra más conocida es Platero y Yo. Murió el 29 de mayo de 1958 en San Juan (Puerto Rico).